Entrevista

Entrevista con Jady Alikhmaev

Entrevista con Jady Alikhmaev

“Todas las personas queremos ser felices, nadie elige ser refugiado y huir de su país para empezar de cero en otro lugar”

Jady Alikhmaev, educadora social y refugiada de la República de Daguestán, en el Jardín del Turia
Jady Alikhmaev, educadora social y refugiada de la República de Daguestán, en el Jardín del Turia
Jady Alikhmaev, educadora social y refugiada de la República de Daguestán, en el Jardín del Turia

Jady Alikhmaev, educadora social y refugiada de la República de Daguestán, en el Jardín del Turia / Gabriela Deyanova

Según datos proporcionados por ACNUR, a finales del 2024, 123,2 millones de personas se habían visto forzadas a huir de sus hogares en todo el mundo, debido a persecuciones, conflictos, violencia, o violaciones de los derechos humanos, entre las cuales 42,7 millones eran personas refugiadas. En esta entrevista Jady Alikhmaev nos relata cómo su vida cambió hace 25 años, cuando tuvo que huir de la República de Daguestán con su familia, debido a un conflicto militar que comenzó en la zona en los años 90 y cuyas consecuencias se siguen sufriendo.

Jady Alikhmaev: Hola soy Jady, diminutivo de Khadizhat, y mi apellido es Alikhmaev. Vengo de Daguestán, una región que se encuentra en el extremo sur de Rusia. Llevo 25 años en España, y actualmente trabajo en una ONG en el programa para personas que han solicitado la protección internacional en España.

 

Anthea: ¿Cómo era tu vida antes de salir de tu país?

 

Jady Alikhmaev: Pues podría decirse que he sido una persona afortunada, con 22 años terminé mi carrera en biología y estuve trabajando como profesora titular en la Universidad. Tenía un hijo pequeño y un marido, vivíamos en nuestra casa, los dos éramos funcionarios del Estado y teníamos una vida bastante acomodada. Hasta el momento que la situación empezó a cambiar. Cuando nació mi hijo, justo antes de nacer a finales de 1994 estalló el conflicto en el norte del Cáucaso. En un principio pensábamos que eso se acabaría muy pronto, y no se acababa.

 

Es muy difícil vivir dentro de un lugar donde caen bombas, matan a las personas, y es todavía más difícil cuando no formas parte de ninguno de los bandos y eres una persona neutral, que no quiere estar con el Estado Islámico que se declaró en este momento en una parte de Daguestán y Chechenia, y eres funcionaria de la Federación Rusa. Por un lado eres un poco como traidora porque trabajas para el Estado. supuestamente ruso, y por otro lado pertenecía a un grupo político en oposición a Putin, cuando llegó al poder.


Anthea: ¿Sufristeis amenazas tu familia y tú?

 

Jady Alikhmaev: La verdad no sé exactamente qué tipo de amenazas ha sufrido mi exmarido, el padre de mi hijo, porque trabajaba como jefe de departamento de aduana de contrabando de lucha contra drogas y armas, y perdió muchísimo peso y se puso canoso en un par de meses. Su historia se la llevará a la tumba porque sabía secretos del Estado que no podía contar y nunca ha contado, ni siquiera yo conozco estos secretos. En mi caso estuve en la mesa electoral donde ganó las elecciones Putin, y digo ganó entre comillas porque se cometieron muchas atrocidades durante estas elecciones. Votaron todos los desaparecidos y muertos en la guerra, y también hubo personas que falsificaron muchísimas firmas. A mí me amenazaron y me dijeron  “tienes un hijo pequeño,  no te olvides”.


Me sentí una persona muy sucia cuando llegué a casa. Me estuve lavando y rascándome, porque sabía que había participado en algo horrible. Es posible que si nadie hubiese permitido esa falsificación Putin no hubiese llegado al poder en ese momento. Era muy difícil convivir con todo eso.

 

Anthea: ¿Cómo fue el proceso de salir de tu país y llegar a España?


Jady Alikhmaev: Un día llegó mi exmarido a casa y dijo “hay que recoger las cosas e irnos y no preguntes por qué. Vamos a intentar trasladarnos a Moscú ya que somos los dos funcionarios” Un compañero étnicamente ruso de mi exmarido había hecho un traslado a Moscú porque aparte de la guerra e inseguridad que estábamos viviendo, había amenazas personales a las personas que eran funcionarias. Fuimos a Moscú e intentamos pedir traslado, pero en ese momento la legislación rusa no permitía a las personas de la zona de conflicto encontrarse más de 72 horas en la parte rusa. Nos devolvían. No conseguimos ningún traslado, ni siquiera nos dejaron acceder a las oficinas. Con mi exmarido se encontraron en un metro para que no le relacionen con nosotros porque nos consideraban posibles terroristas y eso fue lo que se nos trasladó, que étnicamente éramos avaros y estábamos consideradas personas de amenaza para la seguridad nacional de la Federación Rusa.

 

Entonces tomamos la decisión de marcharnos de Rusia y fue duro tomar esa decisión, pero no podíamos volver a casa. Nos marchamos sin despedirnos de familiares, cogiendo una mochila y una pequeña maleta, y con mi hijo pequeño. En Moscú nos pillaron porque ya habíamos pasado más de 72 horas intentando conseguir algún tipo de visado, y ningún país seguro nos lo concedía. Al final, la mujer de mi hermano, francesa, nos hizo una invitación, y aún así el consulado de Francia nos negó el visado. Ella estuvo llamando y peleandose con su consulado diciendo que ella se encargaba de sus familiares, pero que los quería ver y tenía ese derecho.


Si no fuese por ella habría sido muy difícil salir. Eso pienso ahora cuando veo las noticias sobre Gaza. No fue tan terrible como en Gaza actualmente, pero es la misma sensación de estar en un sitio sin salida y que en cualquier momento puedan matarte o matar a tu hijo.

 

 

Anthea: ¿Quieres contarnos cómo fue el proceso de llegar a España?

 

Jady Alikhmaev: No podíamos volar en avión, no podíamos comprar un billete donde constaran nuestros nombres. Dentro de Rusia hay unos pasaportes y para salir y se llama pasaporte de viaje o externo, que se da cuando quieres hacer un viaje, pero a las personas que conocen secretos de Estado como mi ex marido, no se le dan este pasaporte. Por suerte, mi segundo primo trabajaba en este departamento y pudo conseguirnos el pasaporte.


Compramos billetes para un autobús, con muchísimo miedo de que en cualquier momento te puedan parar y ver, y estuvimos tres días en este viaje en el autobús. con un niño de 5 años. Antes de meternos en este autobús ya habíamos pasado una noche en la policía, por haber estado más de 72 horas en territorio ruso, donde ponían un aire acondicionado con muchísimo frío. Mi hijo tenía fiebre y estaba enfermo y mi ex marido tenía el ojo inflamado con una infección. No sabíamos que era, pero no teníamos tiempo de dedicarnos a nuestra salud.


En la frontera con Polonia nos pararon porque los conductores del autobús llevaban algo de contrabando. Nos querían hacer bajar para que mi hijo fuera al médico y nos decían que no podíamos seguir este viaje porque el niño tenía fiebre. Tuvimos suerte de que nos dejasen pasar la frontera y ya en el territorio de Polonia entré en estado de shock, no podía creer que ya estábamos en un lugar seguro donde se puede pedir la protección internacional.


Yo estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de que a mi hijo no le pase nada. Yo pensaba ojalá que no pase nada grave con mi hijo o con mi familia para que no me radicalice y empiece a odiar a todo el mundo y hacer y desear el mal. Creo que este deseo se ha cumplido porque no conservo odio y es horrible porque sí que he visto personas con odio, cuyos familiares han sido asesinados, porque no encuentran paz en ninguna parte del mundo. No puedes tener paz fuera si dentro no hay.

 


Anthea: ¿Cómo es tu vida actualmente en España?

 

Jady Alikhmaev: Hay personas que consideran que tengo muchísima suerte, y yo también creo que la tengo porque nacemos y no elegimos ser como somos, la actitud que mantenemos cuando atravesamos situaciones difíciles nos marca el resto de nuestras vidas. Al llegar aquí me sentía agradecida, porque sigo viva, porque mi hijo sigue vivo y el padre de mi hijo también estaba con nosotros y estaba vivo. Hubo un momento cuando el padre de mi hijo me dijo “sal tú sola con el niño”, y yo pensaba “y ¿Qué le voy a contar a mi hijo? ¿Dónde está su padre y por qué huimos solos?” No me imaginaba que íbamos a divorciarnos aquí, pero aún así pienso que ha sido positivo que hayamos podido salir todos juntos. No nos hemos radicalizado de odio porque hemos podido salir juntos y los tres estamos vivos, pero con diferentes actitudes ante este cambio de vida que hemos sufrido o tenido. No tenía tiempo ni para pensar ni para dormir, tenía que estudiar castellano y buscar trabajo. El padre de mi hijo cogió una depresión bastante fuerte porque teníamos un nivel de vida que cambió y eso afecta en un principio. Da la sensación de que en vez de evolucionar estás yendo marcha atrás, que tus estudios universitarios no valen nada. Eso es lo que pensamos nosotros cuando llegamos en un principio. Pero también he tenido personas que me han animado. Estuvimos en el centro de acogida y nos han ofrecieron ayuda psicológica, pero como veníamos de la educación Soviética donde las personas que acudían a servicios de atención psicológica estaban todos fichados por el jefe y no podían acceder a buenos trabajos, pues había mucha estigma y no todas las personas que he conocido en aquel entonces accedían a este tipo de ayuda.


Las personas queremos ser autónomas como siempre hemos sido, pero se necesita ayuda, profesional y también actitud propia. Actualmente vivimos en un mundo muy cambiante, no hay nada estable en ninguno de los países, y tenemos que estar preparados para afrontar estos cambios y volver a estudiar, volver a empezar de cero, hacer todo tipo de trabajos con ilusión y pensar “mira lo que he aprendido”. Así que esa fue mi actitud, y empecé a trabajar con muchísima ilusión en hostelería. Intenté convalidar mis estudios, un proceso muy difícil porque se necesita mucha documentación del país de origen, y cuando tienes protección internacional no puedes solicitar esa documentación. Pero siempre se puede volver a estudiar. Hice un máster en mediación intercultural y social y empecé a hacer voluntariado. No quería perder mi experiencia como profesional del campo de atención a las personas porque al fin y al cabo yo era profesora, y no es tan diferente de ser educadora o mediadora. He hecho voluntariado con muchísimo gusto y ya llevo ocho o nueve años trabajando en este campo de atención a las personas y pienso que consigo entenderles mejor porque he pasado por ahí y no lo oculto. Lo cuento y hay más confianza, aunque también hay más exigencias, porque me dicen “tú debes de entendernos”. Es un poco complicado, a veces me siento entre dos fuegos, pero es gratificante.

 

Anthea: ¿Qué es lo que te gustaría que la gente supiera de las personas refugiadas?

 

Jady Alikhmaev: Que las personas refugiadas son como cualquiera otra que se encuentra aquí en España. Una persona no elige ser refugiada, ninguna persona elige nacer en ningún sitio ni encontrarse en pleno conflicto ni verse obligada a abandonar su país porque las leyes o legislaciones de ese país no respetan los derechos de personas de diferentes colectivos, religiones, colores de piel, orígenes étnicos… Nadie elige eso, todas las personas queremos ser felices. Sé que yo era una persona bastante soberbia, pensando que era buena estudiante, que tenía una buena vida y que lo que tenía era todo un éxito y mi mérito. Ahora ya no lo pienso, no existe la meritocracia, a cualquiera le puede pasar que tenga que huir de su propio país, abandonar su trabajo, su reputación, su estatuto económicos, social y encontrarse de repente en un lugar donde te sientes como un bebé, pero tienes muchos años. A veces cuando me preguntan cuántos años tengo digo “25 españoles”.

 

Creo que hay que tener esa actitud de no solo tenemos que esperar que nos lleven de la mano, sino buscar el encuentro. Si yo no me presento igual hay personas que no se acercan a preguntarme quién soy. Y también presentarnos con la mejor versión de nosotros. Hay que superar este enfado con el mundo porque el mundo no va a cambiar, tienes que cambiar tu actitud hacia tu realidad nueva. He estado muchos años con esa positividad que llevo y aún así he estado un poco enfadada pensando “he llegado a tener los máximos estudios posibles en mi país de origen, no voy a volver a estudiar aquí”.  Voy a confesar que actualmente estoy estudiando psicología, en la UNED, y me he dado cuenta que me hace muchísima ilusión. Cada proyecto o cada cosa nueva que tengas oportunidad de empezar hay que empezarlo, no importa con qué edad lo estás haciendo o dónde, lo importante es poner ilusión. Que todas las personas, españolas, o no españolas, nos veamos simplemente como personas, y las personas refugiadas son personas en apuros que necesitan una ayuda puntual que luego van a retornar.

Según datos proporcionados por ACNUR, a finales del 2024, 123,2 millones de personas se habían visto forzadas a huir de sus hogares en todo el mundo, debido a persecuciones, conflictos, violencia, o violaciones de los derechos humanos, entre las cuales 42,7 millones eran personas refugiadas. En esta entrevista Jady Alikhmaev nos relata cómo su vida cambió hace 25 años, cuando tuvo que huir de la República de Daguestán con su familia, debido a un conflicto militar que comenzó en la zona en los años 90 y cuyas consecuencias se siguen sufriendo.

Jady Alikhmaev: Hola soy Jady, diminutivo de Khadizhat, y mi apellido es Alikhmaev. Vengo de Daguestán, una región que se encuentra en el extremo sur de Rusia. Llevo 25 años en España, y actualmente trabajo en una ONG en el programa para personas que han solicitado la protección internacional en España.

 

Anthea: ¿Cómo era tu vida antes de salir de tu país?

 

Jady Alikhmaev: Pues podría decirse que he sido una persona afortunada, con 22 años terminé mi carrera en biología y estuve trabajando como profesora titular en la Universidad. Tenía un hijo pequeño y un marido, vivíamos en nuestra casa, los dos éramos funcionarios del Estado y teníamos una vida bastante acomodada. Hasta el momento que la situación empezó a cambiar. Cuando nació mi hijo, justo antes de nacer a finales de 1994 estalló el conflicto en el norte del Cáucaso. En un principio pensábamos que eso se acabaría muy pronto, y no se acababa.

 

Es muy difícil vivir dentro de un lugar donde caen bombas, matan a las personas, y es todavía más difícil cuando no formas parte de ninguno de los bandos y eres una persona neutral, que no quiere estar con el Estado Islámico que se declaró en este momento en una parte de Daguestán y Chechenia, y eres funcionaria de la Federación Rusa. Por un lado eres un poco como traidora porque trabajas para el Estado. supuestamente ruso, y por otro lado pertenecía a un grupo político en oposición a Putin, cuando llegó al poder.


Anthea: ¿Sufristeis amenazas tu familia y tú?

 

Jady Alikhmaev: La verdad no sé exactamente qué tipo de amenazas ha sufrido mi exmarido, el padre de mi hijo, porque trabajaba como jefe de departamento de aduana de contrabando de lucha contra drogas y armas, y perdió muchísimo peso y se puso canoso en un par de meses. Su historia se la llevará a la tumba porque sabía secretos del Estado que no podía contar y nunca ha contado, ni siquiera yo conozco estos secretos. En mi caso estuve en la mesa electoral donde ganó las elecciones Putin, y digo ganó entre comillas porque se cometieron muchas atrocidades durante estas elecciones. Votaron todos los desaparecidos y muertos en la guerra, y también hubo personas que falsificaron muchísimas firmas. A mí me amenazaron y me dijeron  “tienes un hijo pequeño,  no te olvides”.


Me sentí una persona muy sucia cuando llegué a casa. Me estuve lavando y rascándome, porque sabía que había participado en algo horrible. Es posible que si nadie hubiese permitido esa falsificación Putin no hubiese llegado al poder en ese momento. Era muy difícil convivir con todo eso.

 

Anthea: ¿Cómo fue el proceso de salir de tu país y llegar a España?


Jady Alikhmaev: Un día llegó mi exmarido a casa y dijo “hay que recoger las cosas e irnos y no preguntes por qué. Vamos a intentar trasladarnos a Moscú ya que somos los dos funcionarios” Un compañero étnicamente ruso de mi exmarido había hecho un traslado a Moscú porque aparte de la guerra e inseguridad que estábamos viviendo, había amenazas personales a las personas que eran funcionarias. Fuimos a Moscú e intentamos pedir traslado, pero en ese momento la legislación rusa no permitía a las personas de la zona de conflicto encontrarse más de 72 horas en la parte rusa. Nos devolvían. No conseguimos ningún traslado, ni siquiera nos dejaron acceder a las oficinas. Con mi exmarido se encontraron en un metro para que no le relacionen con nosotros porque nos consideraban posibles terroristas y eso fue lo que se nos trasladó, que étnicamente éramos avaros y estábamos consideradas personas de amenaza para la seguridad nacional de la Federación Rusa.

 

Entonces tomamos la decisión de marcharnos de Rusia y fue duro tomar esa decisión, pero no podíamos volver a casa. Nos marchamos sin despedirnos de familiares, cogiendo una mochila y una pequeña maleta, y con mi hijo pequeño. En Moscú nos pillaron porque ya habíamos pasado más de 72 horas intentando conseguir algún tipo de visado, y ningún país seguro nos lo concedía. Al final, la mujer de mi hermano, francesa, nos hizo una invitación, y aún así el consulado de Francia nos negó el visado. Ella estuvo llamando y peleandose con su consulado diciendo que ella se encargaba de sus familiares, pero que los quería ver y tenía ese derecho.


Si no fuese por ella habría sido muy difícil salir. Eso pienso ahora cuando veo las noticias sobre Gaza. No fue tan terrible como en Gaza actualmente, pero es la misma sensación de estar en un sitio sin salida y que en cualquier momento puedan matarte o matar a tu hijo.

 

 

Anthea: ¿Quieres contarnos cómo fue el proceso de llegar a España?

 

Jady Alikhmaev: No podíamos volar en avión, no podíamos comprar un billete donde constaran nuestros nombres. Dentro de Rusia hay unos pasaportes y para salir y se llama pasaporte de viaje o externo, que se da cuando quieres hacer un viaje, pero a las personas que conocen secretos de Estado como mi ex marido, no se le dan este pasaporte. Por suerte, mi segundo primo trabajaba en este departamento y pudo conseguirnos el pasaporte.


Compramos billetes para un autobús, con muchísimo miedo de que en cualquier momento te puedan parar y ver, y estuvimos tres días en este viaje en el autobús. con un niño de 5 años. Antes de meternos en este autobús ya habíamos pasado una noche en la policía, por haber estado más de 72 horas en territorio ruso, donde ponían un aire acondicionado con muchísimo frío. Mi hijo tenía fiebre y estaba enfermo y mi ex marido tenía el ojo inflamado con una infección. No sabíamos que era, pero no teníamos tiempo de dedicarnos a nuestra salud.


En la frontera con Polonia nos pararon porque los conductores del autobús llevaban algo de contrabando. Nos querían hacer bajar para que mi hijo fuera al médico y nos decían que no podíamos seguir este viaje porque el niño tenía fiebre. Tuvimos suerte de que nos dejasen pasar la frontera y ya en el territorio de Polonia entré en estado de shock, no podía creer que ya estábamos en un lugar seguro donde se puede pedir la protección internacional.


Yo estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de que a mi hijo no le pase nada. Yo pensaba ojalá que no pase nada grave con mi hijo o con mi familia para que no me radicalice y empiece a odiar a todo el mundo y hacer y desear el mal. Creo que este deseo se ha cumplido porque no conservo odio y es horrible porque sí que he visto personas con odio, cuyos familiares han sido asesinados, porque no encuentran paz en ninguna parte del mundo. No puedes tener paz fuera si dentro no hay.

 


Anthea: ¿Cómo es tu vida actualmente en España?

 

Jady Alikhmaev: Hay personas que consideran que tengo muchísima suerte, y yo también creo que la tengo porque nacemos y no elegimos ser como somos, la actitud que mantenemos cuando atravesamos situaciones difíciles nos marca el resto de nuestras vidas. Al llegar aquí me sentía agradecida, porque sigo viva, porque mi hijo sigue vivo y el padre de mi hijo también estaba con nosotros y estaba vivo. Hubo un momento cuando el padre de mi hijo me dijo “sal tú sola con el niño”, y yo pensaba “y ¿Qué le voy a contar a mi hijo? ¿Dónde está su padre y por qué huimos solos?” No me imaginaba que íbamos a divorciarnos aquí, pero aún así pienso que ha sido positivo que hayamos podido salir todos juntos. No nos hemos radicalizado de odio porque hemos podido salir juntos y los tres estamos vivos, pero con diferentes actitudes ante este cambio de vida que hemos sufrido o tenido. No tenía tiempo ni para pensar ni para dormir, tenía que estudiar castellano y buscar trabajo. El padre de mi hijo cogió una depresión bastante fuerte porque teníamos un nivel de vida que cambió y eso afecta en un principio. Da la sensación de que en vez de evolucionar estás yendo marcha atrás, que tus estudios universitarios no valen nada. Eso es lo que pensamos nosotros cuando llegamos en un principio. Pero también he tenido personas que me han animado. Estuvimos en el centro de acogida y nos han ofrecieron ayuda psicológica, pero como veníamos de la educación Soviética donde las personas que acudían a servicios de atención psicológica estaban todos fichados por el jefe y no podían acceder a buenos trabajos, pues había mucha estigma y no todas las personas que he conocido en aquel entonces accedían a este tipo de ayuda.


Las personas queremos ser autónomas como siempre hemos sido, pero se necesita ayuda, profesional y también actitud propia. Actualmente vivimos en un mundo muy cambiante, no hay nada estable en ninguno de los países, y tenemos que estar preparados para afrontar estos cambios y volver a estudiar, volver a empezar de cero, hacer todo tipo de trabajos con ilusión y pensar “mira lo que he aprendido”. Así que esa fue mi actitud, y empecé a trabajar con muchísima ilusión en hostelería. Intenté convalidar mis estudios, un proceso muy difícil porque se necesita mucha documentación del país de origen, y cuando tienes protección internacional no puedes solicitar esa documentación. Pero siempre se puede volver a estudiar. Hice un máster en mediación intercultural y social y empecé a hacer voluntariado. No quería perder mi experiencia como profesional del campo de atención a las personas porque al fin y al cabo yo era profesora, y no es tan diferente de ser educadora o mediadora. He hecho voluntariado con muchísimo gusto y ya llevo ocho o nueve años trabajando en este campo de atención a las personas y pienso que consigo entenderles mejor porque he pasado por ahí y no lo oculto. Lo cuento y hay más confianza, aunque también hay más exigencias, porque me dicen “tú debes de entendernos”. Es un poco complicado, a veces me siento entre dos fuegos, pero es gratificante.

 

Anthea: ¿Qué es lo que te gustaría que la gente supiera de las personas refugiadas?

 

Jady Alikhmaev: Que las personas refugiadas son como cualquiera otra que se encuentra aquí en España. Una persona no elige ser refugiada, ninguna persona elige nacer en ningún sitio ni encontrarse en pleno conflicto ni verse obligada a abandonar su país porque las leyes o legislaciones de ese país no respetan los derechos de personas de diferentes colectivos, religiones, colores de piel, orígenes étnicos… Nadie elige eso, todas las personas queremos ser felices. Sé que yo era una persona bastante soberbia, pensando que era buena estudiante, que tenía una buena vida y que lo que tenía era todo un éxito y mi mérito. Ahora ya no lo pienso, no existe la meritocracia, a cualquiera le puede pasar que tenga que huir de su propio país, abandonar su trabajo, su reputación, su estatuto económicos, social y encontrarse de repente en un lugar donde te sientes como un bebé, pero tienes muchos años. A veces cuando me preguntan cuántos años tengo digo “25 españoles”.

 

Creo que hay que tener esa actitud de no solo tenemos que esperar que nos lleven de la mano, sino buscar el encuentro. Si yo no me presento igual hay personas que no se acercan a preguntarme quién soy. Y también presentarnos con la mejor versión de nosotros. Hay que superar este enfado con el mundo porque el mundo no va a cambiar, tienes que cambiar tu actitud hacia tu realidad nueva. He estado muchos años con esa positividad que llevo y aún así he estado un poco enfadada pensando “he llegado a tener los máximos estudios posibles en mi país de origen, no voy a volver a estudiar aquí”.  Voy a confesar que actualmente estoy estudiando psicología, en la UNED, y me he dado cuenta que me hace muchísima ilusión. Cada proyecto o cada cosa nueva que tengas oportunidad de empezar hay que empezarlo, no importa con qué edad lo estás haciendo o dónde, lo importante es poner ilusión. Que todas las personas, españolas, o no españolas, nos veamos simplemente como personas, y las personas refugiadas son personas en apuros que necesitan una ayuda puntual que luego van a retornar.

Según datos proporcionados por ACNUR, a finales del 2024, 123,2 millones de personas se habían visto forzadas a huir de sus hogares en todo el mundo, debido a persecuciones, conflictos, violencia, o violaciones de los derechos humanos, entre las cuales 42,7 millones eran personas refugiadas. En esta entrevista Jady Alikhmaev nos relata cómo su vida cambió hace 25 años, cuando tuvo que huir de la República de Daguestán con su familia, debido a un conflicto militar que comenzó en la zona en los años 90 y cuyas consecuencias se siguen sufriendo.

Jady Alikhmaev: Hola soy Jady, diminutivo de Khadizhat, y mi apellido es Alikhmaev. Vengo de Daguestán, una región que se encuentra en el extremo sur de Rusia. Llevo 25 años en España, y actualmente trabajo en una ONG en el programa para personas que han solicitado la protección internacional en España.

 

Anthea: ¿Cómo era tu vida antes de salir de tu país?

 

Jady Alikhmaev: Pues podría decirse que he sido una persona afortunada, con 22 años terminé mi carrera en biología y estuve trabajando como profesora titular en la Universidad. Tenía un hijo pequeño y un marido, vivíamos en nuestra casa, los dos éramos funcionarios del Estado y teníamos una vida bastante acomodada. Hasta el momento que la situación empezó a cambiar. Cuando nació mi hijo, justo antes de nacer a finales de 1994 estalló el conflicto en el norte del Cáucaso. En un principio pensábamos que eso se acabaría muy pronto, y no se acababa.

 

Es muy difícil vivir dentro de un lugar donde caen bombas, matan a las personas, y es todavía más difícil cuando no formas parte de ninguno de los bandos y eres una persona neutral, que no quiere estar con el Estado Islámico que se declaró en este momento en una parte de Daguestán y Chechenia, y eres funcionaria de la Federación Rusa. Por un lado eres un poco como traidora porque trabajas para el Estado. supuestamente ruso, y por otro lado pertenecía a un grupo político en oposición a Putin, cuando llegó al poder.


Anthea: ¿Sufristeis amenazas tu familia y tú?

 

Jady Alikhmaev: La verdad no sé exactamente qué tipo de amenazas ha sufrido mi exmarido, el padre de mi hijo, porque trabajaba como jefe de departamento de aduana de contrabando de lucha contra drogas y armas, y perdió muchísimo peso y se puso canoso en un par de meses. Su historia se la llevará a la tumba porque sabía secretos del Estado que no podía contar y nunca ha contado, ni siquiera yo conozco estos secretos. En mi caso estuve en la mesa electoral donde ganó las elecciones Putin, y digo ganó entre comillas porque se cometieron muchas atrocidades durante estas elecciones. Votaron todos los desaparecidos y muertos en la guerra, y también hubo personas que falsificaron muchísimas firmas. A mí me amenazaron y me dijeron  “tienes un hijo pequeño,  no te olvides”.


Me sentí una persona muy sucia cuando llegué a casa. Me estuve lavando y rascándome, porque sabía que había participado en algo horrible. Es posible que si nadie hubiese permitido esa falsificación Putin no hubiese llegado al poder en ese momento. Era muy difícil convivir con todo eso.

 

Anthea: ¿Cómo fue el proceso de salir de tu país y llegar a España?


Jady Alikhmaev: Un día llegó mi exmarido a casa y dijo “hay que recoger las cosas e irnos y no preguntes por qué. Vamos a intentar trasladarnos a Moscú ya que somos los dos funcionarios” Un compañero étnicamente ruso de mi exmarido había hecho un traslado a Moscú porque aparte de la guerra e inseguridad que estábamos viviendo, había amenazas personales a las personas que eran funcionarias. Fuimos a Moscú e intentamos pedir traslado, pero en ese momento la legislación rusa no permitía a las personas de la zona de conflicto encontrarse más de 72 horas en la parte rusa. Nos devolvían. No conseguimos ningún traslado, ni siquiera nos dejaron acceder a las oficinas. Con mi exmarido se encontraron en un metro para que no le relacionen con nosotros porque nos consideraban posibles terroristas y eso fue lo que se nos trasladó, que étnicamente éramos avaros y estábamos consideradas personas de amenaza para la seguridad nacional de la Federación Rusa.

 

Entonces tomamos la decisión de marcharnos de Rusia y fue duro tomar esa decisión, pero no podíamos volver a casa. Nos marchamos sin despedirnos de familiares, cogiendo una mochila y una pequeña maleta, y con mi hijo pequeño. En Moscú nos pillaron porque ya habíamos pasado más de 72 horas intentando conseguir algún tipo de visado, y ningún país seguro nos lo concedía. Al final, la mujer de mi hermano, francesa, nos hizo una invitación, y aún así el consulado de Francia nos negó el visado. Ella estuvo llamando y peleandose con su consulado diciendo que ella se encargaba de sus familiares, pero que los quería ver y tenía ese derecho.


Si no fuese por ella habría sido muy difícil salir. Eso pienso ahora cuando veo las noticias sobre Gaza. No fue tan terrible como en Gaza actualmente, pero es la misma sensación de estar en un sitio sin salida y que en cualquier momento puedan matarte o matar a tu hijo.

 

 

Anthea: ¿Quieres contarnos cómo fue el proceso de llegar a España?

 

Jady Alikhmaev: No podíamos volar en avión, no podíamos comprar un billete donde constaran nuestros nombres. Dentro de Rusia hay unos pasaportes y para salir y se llama pasaporte de viaje o externo, que se da cuando quieres hacer un viaje, pero a las personas que conocen secretos de Estado como mi ex marido, no se le dan este pasaporte. Por suerte, mi segundo primo trabajaba en este departamento y pudo conseguirnos el pasaporte.


Compramos billetes para un autobús, con muchísimo miedo de que en cualquier momento te puedan parar y ver, y estuvimos tres días en este viaje en el autobús. con un niño de 5 años. Antes de meternos en este autobús ya habíamos pasado una noche en la policía, por haber estado más de 72 horas en territorio ruso, donde ponían un aire acondicionado con muchísimo frío. Mi hijo tenía fiebre y estaba enfermo y mi ex marido tenía el ojo inflamado con una infección. No sabíamos que era, pero no teníamos tiempo de dedicarnos a nuestra salud.


En la frontera con Polonia nos pararon porque los conductores del autobús llevaban algo de contrabando. Nos querían hacer bajar para que mi hijo fuera al médico y nos decían que no podíamos seguir este viaje porque el niño tenía fiebre. Tuvimos suerte de que nos dejasen pasar la frontera y ya en el territorio de Polonia entré en estado de shock, no podía creer que ya estábamos en un lugar seguro donde se puede pedir la protección internacional.


Yo estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de que a mi hijo no le pase nada. Yo pensaba ojalá que no pase nada grave con mi hijo o con mi familia para que no me radicalice y empiece a odiar a todo el mundo y hacer y desear el mal. Creo que este deseo se ha cumplido porque no conservo odio y es horrible porque sí que he visto personas con odio, cuyos familiares han sido asesinados, porque no encuentran paz en ninguna parte del mundo. No puedes tener paz fuera si dentro no hay.

 


Anthea: ¿Cómo es tu vida actualmente en España?

 

Jady Alikhmaev: Hay personas que consideran que tengo muchísima suerte, y yo también creo que la tengo porque nacemos y no elegimos ser como somos, la actitud que mantenemos cuando atravesamos situaciones difíciles nos marca el resto de nuestras vidas. Al llegar aquí me sentía agradecida, porque sigo viva, porque mi hijo sigue vivo y el padre de mi hijo también estaba con nosotros y estaba vivo. Hubo un momento cuando el padre de mi hijo me dijo “sal tú sola con el niño”, y yo pensaba “y ¿Qué le voy a contar a mi hijo? ¿Dónde está su padre y por qué huimos solos?” No me imaginaba que íbamos a divorciarnos aquí, pero aún así pienso que ha sido positivo que hayamos podido salir todos juntos. No nos hemos radicalizado de odio porque hemos podido salir juntos y los tres estamos vivos, pero con diferentes actitudes ante este cambio de vida que hemos sufrido o tenido. No tenía tiempo ni para pensar ni para dormir, tenía que estudiar castellano y buscar trabajo. El padre de mi hijo cogió una depresión bastante fuerte porque teníamos un nivel de vida que cambió y eso afecta en un principio. Da la sensación de que en vez de evolucionar estás yendo marcha atrás, que tus estudios universitarios no valen nada. Eso es lo que pensamos nosotros cuando llegamos en un principio. Pero también he tenido personas que me han animado. Estuvimos en el centro de acogida y nos han ofrecieron ayuda psicológica, pero como veníamos de la educación Soviética donde las personas que acudían a servicios de atención psicológica estaban todos fichados por el jefe y no podían acceder a buenos trabajos, pues había mucha estigma y no todas las personas que he conocido en aquel entonces accedían a este tipo de ayuda.


Las personas queremos ser autónomas como siempre hemos sido, pero se necesita ayuda, profesional y también actitud propia. Actualmente vivimos en un mundo muy cambiante, no hay nada estable en ninguno de los países, y tenemos que estar preparados para afrontar estos cambios y volver a estudiar, volver a empezar de cero, hacer todo tipo de trabajos con ilusión y pensar “mira lo que he aprendido”. Así que esa fue mi actitud, y empecé a trabajar con muchísima ilusión en hostelería. Intenté convalidar mis estudios, un proceso muy difícil porque se necesita mucha documentación del país de origen, y cuando tienes protección internacional no puedes solicitar esa documentación. Pero siempre se puede volver a estudiar. Hice un máster en mediación intercultural y social y empecé a hacer voluntariado. No quería perder mi experiencia como profesional del campo de atención a las personas porque al fin y al cabo yo era profesora, y no es tan diferente de ser educadora o mediadora. He hecho voluntariado con muchísimo gusto y ya llevo ocho o nueve años trabajando en este campo de atención a las personas y pienso que consigo entenderles mejor porque he pasado por ahí y no lo oculto. Lo cuento y hay más confianza, aunque también hay más exigencias, porque me dicen “tú debes de entendernos”. Es un poco complicado, a veces me siento entre dos fuegos, pero es gratificante.

 

Anthea: ¿Qué es lo que te gustaría que la gente supiera de las personas refugiadas?

 

Jady Alikhmaev: Que las personas refugiadas son como cualquiera otra que se encuentra aquí en España. Una persona no elige ser refugiada, ninguna persona elige nacer en ningún sitio ni encontrarse en pleno conflicto ni verse obligada a abandonar su país porque las leyes o legislaciones de ese país no respetan los derechos de personas de diferentes colectivos, religiones, colores de piel, orígenes étnicos… Nadie elige eso, todas las personas queremos ser felices. Sé que yo era una persona bastante soberbia, pensando que era buena estudiante, que tenía una buena vida y que lo que tenía era todo un éxito y mi mérito. Ahora ya no lo pienso, no existe la meritocracia, a cualquiera le puede pasar que tenga que huir de su propio país, abandonar su trabajo, su reputación, su estatuto económicos, social y encontrarse de repente en un lugar donde te sientes como un bebé, pero tienes muchos años. A veces cuando me preguntan cuántos años tengo digo “25 españoles”.

 

Creo que hay que tener esa actitud de no solo tenemos que esperar que nos lleven de la mano, sino buscar el encuentro. Si yo no me presento igual hay personas que no se acercan a preguntarme quién soy. Y también presentarnos con la mejor versión de nosotros. Hay que superar este enfado con el mundo porque el mundo no va a cambiar, tienes que cambiar tu actitud hacia tu realidad nueva. He estado muchos años con esa positividad que llevo y aún así he estado un poco enfadada pensando “he llegado a tener los máximos estudios posibles en mi país de origen, no voy a volver a estudiar aquí”.  Voy a confesar que actualmente estoy estudiando psicología, en la UNED, y me he dado cuenta que me hace muchísima ilusión. Cada proyecto o cada cosa nueva que tengas oportunidad de empezar hay que empezarlo, no importa con qué edad lo estás haciendo o dónde, lo importante es poner ilusión. Que todas las personas, españolas, o no españolas, nos veamos simplemente como personas, y las personas refugiadas son personas en apuros que necesitan una ayuda puntual que luego van a retornar.

¿Necesitas más información?

Nos emociona poder atenderte. Déjanos tu correo electrónico y nos pondremos en contacto contigo para resolver todas tus dudas.

¿Necesitas más información?

Nos emociona poder atenderte. Déjanos tu correo electrónico y nos pondremos en contacto contigo para resolver todas tus dudas.

¿Necesitas más información?

Nos emociona poder atenderte. Déjanos tu correo electrónico y nos pondremos en contacto contigo para resolver todas tus dudas.