Entrevista
Entrevista con Susana Gisbert
Entrevista con Susana Gisbert
“La primera medida para luchar contra los delitos de odio es la educación, con carácter transversal, desde casa y en los colegios”



Susana Gisbert, fiscal delegada de Delitos de Odio de Valencia, en su despacho en la Ciudad de la Justicia de Valencia / Gabriela Deyanova
En el año 2024 entraron, solo en la ciudad de Valencia, 200 asuntos en la Fiscalía de Delitos de Odio, de los cuales 20 acabaron en juicio. En esta entrevista Susana Gisbert, la fiscal delegada de Delitos de Odio de Valencia, nos explica qué son los delitos de odio, las consecuencias que tienen sobre las personas afectadas y cómo podemos trabajar para construir una sociedad más justa en la que este tipo de delitos sean cada vez menos frecuentes.
Susana Gisbert: Soy Susana Gisbert, soy fiscal delegada de Delitos de Odio en la Fiscalía Provincial de Valencia y para quien no lo sepa en todas las fiscalías hay obligación de que haya una sección de delitos de odio contra la discriminación. Consiste en que desde la sección controlamos y nos hacemos cargo de todos los delitos que hacen referencia a esta materia, tanto en la parte preprocesal o cuando ponen una denuncia, como durante el juicio, para unificar, para llevar los mismos criterios y además como haciendo gala de una de las características del Ministerio Fiscal que nos diferencia de los jueces, que es la especialización por materias.
Anthea: ¿Qué entendemos exactamente por delitos de odio?
Susana Gisbert: Los delitos de odio son cualquier delito que se comete por una motivación de discriminación, dentro de esos motivos que vienen tasados en el Código Penal que son la religión, la ideología, la LGBTfobia, el antigitanismo, la aporofobia que está introducida desde hace relativamente poco. También se introdujo la edad, el género, el sexo…toda esta serie de circunstancias que dan motivo a discriminación pueden dar lugar a un delito de odio o a un incidente de odio que no es delito.
¿Qué necesitamos para que sea delito de odio? Fundamentalmente, o bien que estemos hablando de discurso de odio, y para que sea discurso de odio tiene que incitar o difundir un mensaje de discriminación, no basta con que sea un número insulto. Otra posibilidad es que sea un delito que se cometa un caso de humillación o de vejación a una persona por causa precisamente de estos motivos de discriminación. Hay otros delitos menos conocidos, como impedir el acceso a una prestación por estos motivos. También entran dentro del concepto de delitos de odio todos los delitos en los que se aplica la agravante de odio, el ejemplo más reciente y más conocido es el del asesinato Samuel Luiz en Galicia.
Anthea: ¿Qué formas pueden tomar los delitos de odio?
Susana Gisbert: Los delitos de odio fundamentalmente pueden suceder de palabra, que es el delito de odio más característico, por el que nace el tema de los delitos de odio. Empieza a tratarse a partir de la Segunda Guerra Mundial, con los juicios de Núremberg y los crímenes del nazismo, porque se quiere destacar que tienen un plus. No solo es el asesinato, sino que es un asesinato con una motivación específica de discriminación. Puede ser este discurso de odio, o bien pueden ser actos de humillación o de cualquier tipo de delito contra una persona, como unas lesiones, unas amenazas o un asesinato incluso, en los que está esa motivación de discriminación, que es el motivo por el que se comete el delito o uno de los motivos.
Anthea: ¿Cuáles son las consecuencias de los delitos de odio en la vida de las personas afectadas?
Susana Gisbert: En la vida de las personas afectadas las consecuencias son muchas. Por un lado tenemos que destacar que uno de nuestros problemas más importantes es la infradenuncia, la gente no denuncia todos los hechos que pasan. Hay estadísticas que dicen que se denuncian entre un 10 y un 20%, depende del motivo del que estemos hablando. Hay gente que tiene el umbral de tolerancia muy alto, esto pasa mucho con el antigitanismo, que dicen “tengo asumido que me insulten o que me cachen en un supermercado por el hecho de ser gitano y a otra persona no, pero ya cuando me insultan es cuando he decidido denunciar”. Las personas que están en uno de estos casos por un lado están viviendo constantemente estas situaciones que hacen que incluso interioricen que no pasa nada porque les insulten o porque les digan maricón o moro o todas estas cosas.
Y por otro lado, una vez suceden producen un sentimiento de humillación, de menosprecio, y de acoso que afecta la vida de las personas. Tenemos niños a los que les han insultado y luego no quieren volver a ir ese parque, o personas que a lo mejor tienen miedo a salir a la calle. Un amigo mío me dijo que después de haber tenido un incidente tenía miedo de ir por la calle cogido con su pareja. Todo esto genera unos trastornos psicológicos, además de una alteración de la vida diaria que es muy importante, contra la que tenemos que luchar.
Anthea: ¿Cuál es el proceso de denunciar un delito de odio?
Susana Gisbert: Para denunciar un delito de odio, como cualquier otro delito, hay tres lugares: ante las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, ante el juzgado de guardia, o ante la Fiscalía. Yo siempre recomiendo hacerla ante la Fiscalía, salvo que se trate de un supuesto de urgencia en el que haya que llamar a la policía porque están matando o agrediendo a una persona. En Fiscalía tenemos órganos especializados y, aunque luego vaya a terminar en un juzgado y efectivamente haya un delito, lo tenemos localizado y diagnosticado desde el principio. Como decía antes, la infradenuncia es uno de nuestros problemas, y otro problema que tenemos es la deficiencia de detección. Muchas veces los delitos de odio quedan enmascarados en unas lesiones o en unas amenazas, y si cae en manos de alguien que no tenga conocimientos o que no sepa detectarlo, a lo mejor no se da cuenta que la motivación estaba ahí. Una vez así empieza el procedimiento.
El procedimiento penal español tiene algunas pegas, ya que no es muy garantista, y eso hace que las víctimas en muchos casos tengan que repetir declaraciones y se vean sometidas a una revictimización que intentamos que sea lo menos dura posible, pero siempre pasa. Tratamos de acompañarles en todo momento y de adoptar las medidas para que les sea lo menos duro posible, como evitar el confrontamiento directo con el agresor poniendo un paraban, o en otras ocasiones se hace una pieza separada para que no se conozca su identidad. Yo creo que es muy importante que una vez el procedimiento haya culminado estén en todo momento enteradas de lo que ha pasado y de que su denuncia ha tenido efecto, tanto para haber sido reconocidas como víctima, o en el caso de que proceda de una indemnización, pero también de que el culpable haya sido juzgado y castigado, porque esto no solo sirve para esa víctima, sino para las víctimas futuras. Si les transmitimos el mensaje de que esto no sale gratis, yo creo que es bueno tanto para las víctimas como para los autores.
Anthea: ¿Cómo podemos utilizar las redes sociales para proyectar una idea de sociedad más justa?
Susana Gisbert: Yo creo que esto es fundamental. Estamos en una sociedad en la que todo lo que ocurre lo conocemos minuto resultado. Yo creo que cometemos el error de demonizar las redes sociales. Estamos constantemente diciendo que si los niños no tienen que acceder o que lo que hay que hacer es no tener redes sociales, pero yo pienso que las redes sociales, igual que Internet en general, pueden traer cosas muy positivas. Lo que hay que saber es utilizarlas. Yo creo que a los niños y a las niñas a partir de determinada edad hay que enseñarles a utilizar bien las redes sociales, no prohibir sin más. Siempre pongo el mismo ejemplo, que es el de un cuchillo jamonero. Un cuchillo jamonero hace unas cortadas de jamón estupendas, pero yo al último levantamiento de cadáver al que asistí por asesinato de género la habían matado con un cuchillo jamonero. Igual que el cuchillo no se va a prohibir porque sirve para muchas otras cosas, con las redes sociales pasa un poco lo mismo.
Yo creo que lo más importante es dotar, y sobre toda la juventud, de instrumentos para poder contestar a lo que ven en redes sociales. Que no se traguen todo lo que les están diciendo, sino que tengan la suficiente formación para distinguir, para preguntarse y para contestar, si es menester. Hay veces que el silencio no es la respuesta, muchas veces pensamos “no digo nada” y cuando no dices nada al final lo que pasa es que crecen. Esto pasa mucho en los grupos de chat que estamos con gente diversa y a lo mejor hay alguien que pone un chiste racista y hay 20 personas que están en contra pero hasta que nadie dice “oye a mí esto me molesta” se vienen arriba. Hay que aprender a decir “a mi esto no me gusta, no lo tienes que hacer”.
Anthea: ¿Podría decirme tres medidas que podemos incrementar para construir esa sociedad más justa?
Susana Gisbert: Yo creo que la primera medida que hay que introducir es en materia de educación, desde el principio y no solo en los colegios. Tenemos que acostumbrarnos a que los colegios si hay una asignatura de matemáticas no solo tienen que hablar de referentes hombres. Si se habla de un supuesto práctico no tienen que ser solo ver imágenes de hombres o de personas heterosexuales. Y la educación no solo en el colegio o en la Universidad, sino desde temprano, desde casa, con carácter transversal. Yo creo que esa es la fundamental.
La otra es que cuando vemos un incidente de odio, aunque no sepamos si es delito o no, hay que denunciarlo, no podemos consentirlo. Hay que saber que esto es un delito perseguible de oficio, no hace falta que lo denuncie la persona víctima y es necesario ponerlo en manos de las autoridades, que ya tomaremos las medidas que correspondan.
Y por último yo creo que hay que transmitir constantemente desde los medios de comunicación y desde la sociedad, tanto el reproche al intolerante, como el apoyo a las víctimas. Las víctimas tienen que saber que no están solas, que la sociedad les apoya, que hay una red de servicios públicos a su disposición y que no tienen por qué callarse y aguantar lo que pase. Por otra parte, el futuro infractor o la persona que puede cometer un delito de odio tiene que saber que esto no sale gratis, que eso es muy importante. Por ejemplo, que se publiquen las sentencias condenatorias de los medios de comunicación. Desde los poderes públicos un ejemplo sería cuando hay una condena además de condenar a la pena de prisión o la pena de monto que corresponda, lo que estamos haciendo es que le obligamos a hacer un curso de igualdad y si no lo hace no accede a beneficios penitenciarios, ni accede a la suspensión de la pena, y creo que esto es muy importante.
En el año 2024 entraron, solo en la ciudad de Valencia, 200 asuntos en la Fiscalía de Delitos de Odio, de los cuales 20 acabaron en juicio. En esta entrevista Susana Gisbert, la fiscal delegada de Delitos de Odio de Valencia, nos explica qué son los delitos de odio, las consecuencias que tienen sobre las personas afectadas y cómo podemos trabajar para construir una sociedad más justa en la que este tipo de delitos sean cada vez menos frecuentes.
Susana Gisbert: Soy Susana Gisbert, soy fiscal delegada de Delitos de Odio en la Fiscalía Provincial de Valencia y para quien no lo sepa en todas las fiscalías hay obligación de que haya una sección de delitos de odio contra la discriminación. Consiste en que desde la sección controlamos y nos hacemos cargo de todos los delitos que hacen referencia a esta materia, tanto en la parte preprocesal o cuando ponen una denuncia, como durante el juicio, para unificar, para llevar los mismos criterios y además como haciendo gala de una de las características del Ministerio Fiscal que nos diferencia de los jueces, que es la especialización por materias.
Anthea: ¿Qué entendemos exactamente por delitos de odio?
Susana Gisbert: Los delitos de odio son cualquier delito que se comete por una motivación de discriminación, dentro de esos motivos que vienen tasados en el Código Penal que son la religión, la ideología, la LGBTfobia, el antigitanismo, la aporofobia que está introducida desde hace relativamente poco. También se introdujo la edad, el género, el sexo…toda esta serie de circunstancias que dan motivo a discriminación pueden dar lugar a un delito de odio o a un incidente de odio que no es delito.
¿Qué necesitamos para que sea delito de odio? Fundamentalmente, o bien que estemos hablando de discurso de odio, y para que sea discurso de odio tiene que incitar o difundir un mensaje de discriminación, no basta con que sea un número insulto. Otra posibilidad es que sea un delito que se cometa un caso de humillación o de vejación a una persona por causa precisamente de estos motivos de discriminación. Hay otros delitos menos conocidos, como impedir el acceso a una prestación por estos motivos. También entran dentro del concepto de delitos de odio todos los delitos en los que se aplica la agravante de odio, el ejemplo más reciente y más conocido es el del asesinato Samuel Luiz en Galicia.
Anthea: ¿Qué formas pueden tomar los delitos de odio?
Susana Gisbert: Los delitos de odio fundamentalmente pueden suceder de palabra, que es el delito de odio más característico, por el que nace el tema de los delitos de odio. Empieza a tratarse a partir de la Segunda Guerra Mundial, con los juicios de Núremberg y los crímenes del nazismo, porque se quiere destacar que tienen un plus. No solo es el asesinato, sino que es un asesinato con una motivación específica de discriminación. Puede ser este discurso de odio, o bien pueden ser actos de humillación o de cualquier tipo de delito contra una persona, como unas lesiones, unas amenazas o un asesinato incluso, en los que está esa motivación de discriminación, que es el motivo por el que se comete el delito o uno de los motivos.
Anthea: ¿Cuáles son las consecuencias de los delitos de odio en la vida de las personas afectadas?
Susana Gisbert: En la vida de las personas afectadas las consecuencias son muchas. Por un lado tenemos que destacar que uno de nuestros problemas más importantes es la infradenuncia, la gente no denuncia todos los hechos que pasan. Hay estadísticas que dicen que se denuncian entre un 10 y un 20%, depende del motivo del que estemos hablando. Hay gente que tiene el umbral de tolerancia muy alto, esto pasa mucho con el antigitanismo, que dicen “tengo asumido que me insulten o que me cachen en un supermercado por el hecho de ser gitano y a otra persona no, pero ya cuando me insultan es cuando he decidido denunciar”. Las personas que están en uno de estos casos por un lado están viviendo constantemente estas situaciones que hacen que incluso interioricen que no pasa nada porque les insulten o porque les digan maricón o moro o todas estas cosas.
Y por otro lado, una vez suceden producen un sentimiento de humillación, de menosprecio, y de acoso que afecta la vida de las personas. Tenemos niños a los que les han insultado y luego no quieren volver a ir ese parque, o personas que a lo mejor tienen miedo a salir a la calle. Un amigo mío me dijo que después de haber tenido un incidente tenía miedo de ir por la calle cogido con su pareja. Todo esto genera unos trastornos psicológicos, además de una alteración de la vida diaria que es muy importante, contra la que tenemos que luchar.
Anthea: ¿Cuál es el proceso de denunciar un delito de odio?
Susana Gisbert: Para denunciar un delito de odio, como cualquier otro delito, hay tres lugares: ante las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, ante el juzgado de guardia, o ante la Fiscalía. Yo siempre recomiendo hacerla ante la Fiscalía, salvo que se trate de un supuesto de urgencia en el que haya que llamar a la policía porque están matando o agrediendo a una persona. En Fiscalía tenemos órganos especializados y, aunque luego vaya a terminar en un juzgado y efectivamente haya un delito, lo tenemos localizado y diagnosticado desde el principio. Como decía antes, la infradenuncia es uno de nuestros problemas, y otro problema que tenemos es la deficiencia de detección. Muchas veces los delitos de odio quedan enmascarados en unas lesiones o en unas amenazas, y si cae en manos de alguien que no tenga conocimientos o que no sepa detectarlo, a lo mejor no se da cuenta que la motivación estaba ahí. Una vez así empieza el procedimiento.
El procedimiento penal español tiene algunas pegas, ya que no es muy garantista, y eso hace que las víctimas en muchos casos tengan que repetir declaraciones y se vean sometidas a una revictimización que intentamos que sea lo menos dura posible, pero siempre pasa. Tratamos de acompañarles en todo momento y de adoptar las medidas para que les sea lo menos duro posible, como evitar el confrontamiento directo con el agresor poniendo un paraban, o en otras ocasiones se hace una pieza separada para que no se conozca su identidad. Yo creo que es muy importante que una vez el procedimiento haya culminado estén en todo momento enteradas de lo que ha pasado y de que su denuncia ha tenido efecto, tanto para haber sido reconocidas como víctima, o en el caso de que proceda de una indemnización, pero también de que el culpable haya sido juzgado y castigado, porque esto no solo sirve para esa víctima, sino para las víctimas futuras. Si les transmitimos el mensaje de que esto no sale gratis, yo creo que es bueno tanto para las víctimas como para los autores.
Anthea: ¿Cómo podemos utilizar las redes sociales para proyectar una idea de sociedad más justa?
Susana Gisbert: Yo creo que esto es fundamental. Estamos en una sociedad en la que todo lo que ocurre lo conocemos minuto resultado. Yo creo que cometemos el error de demonizar las redes sociales. Estamos constantemente diciendo que si los niños no tienen que acceder o que lo que hay que hacer es no tener redes sociales, pero yo pienso que las redes sociales, igual que Internet en general, pueden traer cosas muy positivas. Lo que hay que saber es utilizarlas. Yo creo que a los niños y a las niñas a partir de determinada edad hay que enseñarles a utilizar bien las redes sociales, no prohibir sin más. Siempre pongo el mismo ejemplo, que es el de un cuchillo jamonero. Un cuchillo jamonero hace unas cortadas de jamón estupendas, pero yo al último levantamiento de cadáver al que asistí por asesinato de género la habían matado con un cuchillo jamonero. Igual que el cuchillo no se va a prohibir porque sirve para muchas otras cosas, con las redes sociales pasa un poco lo mismo.
Yo creo que lo más importante es dotar, y sobre toda la juventud, de instrumentos para poder contestar a lo que ven en redes sociales. Que no se traguen todo lo que les están diciendo, sino que tengan la suficiente formación para distinguir, para preguntarse y para contestar, si es menester. Hay veces que el silencio no es la respuesta, muchas veces pensamos “no digo nada” y cuando no dices nada al final lo que pasa es que crecen. Esto pasa mucho en los grupos de chat que estamos con gente diversa y a lo mejor hay alguien que pone un chiste racista y hay 20 personas que están en contra pero hasta que nadie dice “oye a mí esto me molesta” se vienen arriba. Hay que aprender a decir “a mi esto no me gusta, no lo tienes que hacer”.
Anthea: ¿Podría decirme tres medidas que podemos incrementar para construir esa sociedad más justa?
Susana Gisbert: Yo creo que la primera medida que hay que introducir es en materia de educación, desde el principio y no solo en los colegios. Tenemos que acostumbrarnos a que los colegios si hay una asignatura de matemáticas no solo tienen que hablar de referentes hombres. Si se habla de un supuesto práctico no tienen que ser solo ver imágenes de hombres o de personas heterosexuales. Y la educación no solo en el colegio o en la Universidad, sino desde temprano, desde casa, con carácter transversal. Yo creo que esa es la fundamental.
La otra es que cuando vemos un incidente de odio, aunque no sepamos si es delito o no, hay que denunciarlo, no podemos consentirlo. Hay que saber que esto es un delito perseguible de oficio, no hace falta que lo denuncie la persona víctima y es necesario ponerlo en manos de las autoridades, que ya tomaremos las medidas que correspondan.
Y por último yo creo que hay que transmitir constantemente desde los medios de comunicación y desde la sociedad, tanto el reproche al intolerante, como el apoyo a las víctimas. Las víctimas tienen que saber que no están solas, que la sociedad les apoya, que hay una red de servicios públicos a su disposición y que no tienen por qué callarse y aguantar lo que pase. Por otra parte, el futuro infractor o la persona que puede cometer un delito de odio tiene que saber que esto no sale gratis, que eso es muy importante. Por ejemplo, que se publiquen las sentencias condenatorias de los medios de comunicación. Desde los poderes públicos un ejemplo sería cuando hay una condena además de condenar a la pena de prisión o la pena de monto que corresponda, lo que estamos haciendo es que le obligamos a hacer un curso de igualdad y si no lo hace no accede a beneficios penitenciarios, ni accede a la suspensión de la pena, y creo que esto es muy importante.
En el año 2024 entraron, solo en la ciudad de Valencia, 200 asuntos en la Fiscalía de Delitos de Odio, de los cuales 20 acabaron en juicio. En esta entrevista Susana Gisbert, la fiscal delegada de Delitos de Odio de Valencia, nos explica qué son los delitos de odio, las consecuencias que tienen sobre las personas afectadas y cómo podemos trabajar para construir una sociedad más justa en la que este tipo de delitos sean cada vez menos frecuentes.
Susana Gisbert: Soy Susana Gisbert, soy fiscal delegada de Delitos de Odio en la Fiscalía Provincial de Valencia y para quien no lo sepa en todas las fiscalías hay obligación de que haya una sección de delitos de odio contra la discriminación. Consiste en que desde la sección controlamos y nos hacemos cargo de todos los delitos que hacen referencia a esta materia, tanto en la parte preprocesal o cuando ponen una denuncia, como durante el juicio, para unificar, para llevar los mismos criterios y además como haciendo gala de una de las características del Ministerio Fiscal que nos diferencia de los jueces, que es la especialización por materias.
Anthea: ¿Qué entendemos exactamente por delitos de odio?
Susana Gisbert: Los delitos de odio son cualquier delito que se comete por una motivación de discriminación, dentro de esos motivos que vienen tasados en el Código Penal que son la religión, la ideología, la LGBTfobia, el antigitanismo, la aporofobia que está introducida desde hace relativamente poco. También se introdujo la edad, el género, el sexo…toda esta serie de circunstancias que dan motivo a discriminación pueden dar lugar a un delito de odio o a un incidente de odio que no es delito.
¿Qué necesitamos para que sea delito de odio? Fundamentalmente, o bien que estemos hablando de discurso de odio, y para que sea discurso de odio tiene que incitar o difundir un mensaje de discriminación, no basta con que sea un número insulto. Otra posibilidad es que sea un delito que se cometa un caso de humillación o de vejación a una persona por causa precisamente de estos motivos de discriminación. Hay otros delitos menos conocidos, como impedir el acceso a una prestación por estos motivos. También entran dentro del concepto de delitos de odio todos los delitos en los que se aplica la agravante de odio, el ejemplo más reciente y más conocido es el del asesinato Samuel Luiz en Galicia.
Anthea: ¿Qué formas pueden tomar los delitos de odio?
Susana Gisbert: Los delitos de odio fundamentalmente pueden suceder de palabra, que es el delito de odio más característico, por el que nace el tema de los delitos de odio. Empieza a tratarse a partir de la Segunda Guerra Mundial, con los juicios de Núremberg y los crímenes del nazismo, porque se quiere destacar que tienen un plus. No solo es el asesinato, sino que es un asesinato con una motivación específica de discriminación. Puede ser este discurso de odio, o bien pueden ser actos de humillación o de cualquier tipo de delito contra una persona, como unas lesiones, unas amenazas o un asesinato incluso, en los que está esa motivación de discriminación, que es el motivo por el que se comete el delito o uno de los motivos.
Anthea: ¿Cuáles son las consecuencias de los delitos de odio en la vida de las personas afectadas?
Susana Gisbert: En la vida de las personas afectadas las consecuencias son muchas. Por un lado tenemos que destacar que uno de nuestros problemas más importantes es la infradenuncia, la gente no denuncia todos los hechos que pasan. Hay estadísticas que dicen que se denuncian entre un 10 y un 20%, depende del motivo del que estemos hablando. Hay gente que tiene el umbral de tolerancia muy alto, esto pasa mucho con el antigitanismo, que dicen “tengo asumido que me insulten o que me cachen en un supermercado por el hecho de ser gitano y a otra persona no, pero ya cuando me insultan es cuando he decidido denunciar”. Las personas que están en uno de estos casos por un lado están viviendo constantemente estas situaciones que hacen que incluso interioricen que no pasa nada porque les insulten o porque les digan maricón o moro o todas estas cosas.
Y por otro lado, una vez suceden producen un sentimiento de humillación, de menosprecio, y de acoso que afecta la vida de las personas. Tenemos niños a los que les han insultado y luego no quieren volver a ir ese parque, o personas que a lo mejor tienen miedo a salir a la calle. Un amigo mío me dijo que después de haber tenido un incidente tenía miedo de ir por la calle cogido con su pareja. Todo esto genera unos trastornos psicológicos, además de una alteración de la vida diaria que es muy importante, contra la que tenemos que luchar.
Anthea: ¿Cuál es el proceso de denunciar un delito de odio?
Susana Gisbert: Para denunciar un delito de odio, como cualquier otro delito, hay tres lugares: ante las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, ante el juzgado de guardia, o ante la Fiscalía. Yo siempre recomiendo hacerla ante la Fiscalía, salvo que se trate de un supuesto de urgencia en el que haya que llamar a la policía porque están matando o agrediendo a una persona. En Fiscalía tenemos órganos especializados y, aunque luego vaya a terminar en un juzgado y efectivamente haya un delito, lo tenemos localizado y diagnosticado desde el principio. Como decía antes, la infradenuncia es uno de nuestros problemas, y otro problema que tenemos es la deficiencia de detección. Muchas veces los delitos de odio quedan enmascarados en unas lesiones o en unas amenazas, y si cae en manos de alguien que no tenga conocimientos o que no sepa detectarlo, a lo mejor no se da cuenta que la motivación estaba ahí. Una vez así empieza el procedimiento.
El procedimiento penal español tiene algunas pegas, ya que no es muy garantista, y eso hace que las víctimas en muchos casos tengan que repetir declaraciones y se vean sometidas a una revictimización que intentamos que sea lo menos dura posible, pero siempre pasa. Tratamos de acompañarles en todo momento y de adoptar las medidas para que les sea lo menos duro posible, como evitar el confrontamiento directo con el agresor poniendo un paraban, o en otras ocasiones se hace una pieza separada para que no se conozca su identidad. Yo creo que es muy importante que una vez el procedimiento haya culminado estén en todo momento enteradas de lo que ha pasado y de que su denuncia ha tenido efecto, tanto para haber sido reconocidas como víctima, o en el caso de que proceda de una indemnización, pero también de que el culpable haya sido juzgado y castigado, porque esto no solo sirve para esa víctima, sino para las víctimas futuras. Si les transmitimos el mensaje de que esto no sale gratis, yo creo que es bueno tanto para las víctimas como para los autores.
Anthea: ¿Cómo podemos utilizar las redes sociales para proyectar una idea de sociedad más justa?
Susana Gisbert: Yo creo que esto es fundamental. Estamos en una sociedad en la que todo lo que ocurre lo conocemos minuto resultado. Yo creo que cometemos el error de demonizar las redes sociales. Estamos constantemente diciendo que si los niños no tienen que acceder o que lo que hay que hacer es no tener redes sociales, pero yo pienso que las redes sociales, igual que Internet en general, pueden traer cosas muy positivas. Lo que hay que saber es utilizarlas. Yo creo que a los niños y a las niñas a partir de determinada edad hay que enseñarles a utilizar bien las redes sociales, no prohibir sin más. Siempre pongo el mismo ejemplo, que es el de un cuchillo jamonero. Un cuchillo jamonero hace unas cortadas de jamón estupendas, pero yo al último levantamiento de cadáver al que asistí por asesinato de género la habían matado con un cuchillo jamonero. Igual que el cuchillo no se va a prohibir porque sirve para muchas otras cosas, con las redes sociales pasa un poco lo mismo.
Yo creo que lo más importante es dotar, y sobre toda la juventud, de instrumentos para poder contestar a lo que ven en redes sociales. Que no se traguen todo lo que les están diciendo, sino que tengan la suficiente formación para distinguir, para preguntarse y para contestar, si es menester. Hay veces que el silencio no es la respuesta, muchas veces pensamos “no digo nada” y cuando no dices nada al final lo que pasa es que crecen. Esto pasa mucho en los grupos de chat que estamos con gente diversa y a lo mejor hay alguien que pone un chiste racista y hay 20 personas que están en contra pero hasta que nadie dice “oye a mí esto me molesta” se vienen arriba. Hay que aprender a decir “a mi esto no me gusta, no lo tienes que hacer”.
Anthea: ¿Podría decirme tres medidas que podemos incrementar para construir esa sociedad más justa?
Susana Gisbert: Yo creo que la primera medida que hay que introducir es en materia de educación, desde el principio y no solo en los colegios. Tenemos que acostumbrarnos a que los colegios si hay una asignatura de matemáticas no solo tienen que hablar de referentes hombres. Si se habla de un supuesto práctico no tienen que ser solo ver imágenes de hombres o de personas heterosexuales. Y la educación no solo en el colegio o en la Universidad, sino desde temprano, desde casa, con carácter transversal. Yo creo que esa es la fundamental.
La otra es que cuando vemos un incidente de odio, aunque no sepamos si es delito o no, hay que denunciarlo, no podemos consentirlo. Hay que saber que esto es un delito perseguible de oficio, no hace falta que lo denuncie la persona víctima y es necesario ponerlo en manos de las autoridades, que ya tomaremos las medidas que correspondan.
Y por último yo creo que hay que transmitir constantemente desde los medios de comunicación y desde la sociedad, tanto el reproche al intolerante, como el apoyo a las víctimas. Las víctimas tienen que saber que no están solas, que la sociedad les apoya, que hay una red de servicios públicos a su disposición y que no tienen por qué callarse y aguantar lo que pase. Por otra parte, el futuro infractor o la persona que puede cometer un delito de odio tiene que saber que esto no sale gratis, que eso es muy importante. Por ejemplo, que se publiquen las sentencias condenatorias de los medios de comunicación. Desde los poderes públicos un ejemplo sería cuando hay una condena además de condenar a la pena de prisión o la pena de monto que corresponda, lo que estamos haciendo es que le obligamos a hacer un curso de igualdad y si no lo hace no accede a beneficios penitenciarios, ni accede a la suspensión de la pena, y creo que esto es muy importante.